Contenido
Un primer punto. Los ángeles. 5
Tercero. El Santo Celo y la Santa Ira de Dios. 8
Cuarto. Dios como amante y el hombre como el amado. 10
Hermanos. Nuestra fe cristiana protestante es iconoclasta en un sentido semántico y litúrgico, aunque laxa en un sentido pedagógico. Si alguna vez usaste un dibujo de Jesús para ilustrar sus milagros y prodigios, o de Elías contra los profetas de Baal; si alguna vez viste una caricatura cristiana o una película de alguna historia bíblica, te pido que consideres este tema en este mismo rubro. Así que, acerca del arte y el cristianismo, de las pinturas sacras, tendré que dejar ese tema para otra ocasión, con el fin de que no nos distraiga del mensaje que Dios habló a este humilde corazón. La fuerza de esta gran realidad divina, contenida en estas pinturas, me está apretando tan fuerte el corazón que no puedo hacer más que escribir.
Quiero que vean la imagen que tienen frente, es la pintura de “La creación de Adán”, de Miguel Ángel. Una pintura que ha estado presente en mi memoria mucho tiempo, pues me habla tanto de mi Señor que no puedo dejar de mirar cómo transmite tanto sentimiento y mensaje en sí misma.
Quiero que vean el rostro de los ángeles que están con Dios ¿Pueden notar sus miradas? Están celosos, están enojados, dolidos y ven hasta con odio a ese nuevo ser creado a Imagen y Semejanza de Dios ¿Qué por qué están tan enojados? Porque Dios ama al hombre con amor Eros.
Durante años he visto cómo la Biblia usa ilustraciones sexuales en muchos pasajes para mostrar el amor entre un Dios fiel y un ser tan infiel, como una prostituta, como una ramera. Algunas de ellas bastante fuertes y directas. Leamos Ezequiel 16
Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: […] en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, […] No hubo ojo que se compadeciese de ti […]; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio […] en el día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y […] te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! […] y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta. Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía. Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor. Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron; suya eras. Y tomaste de tus vestidos, y te hiciste diversos lugares altos, y fornicaste sobre ellos; cosa semejante nunca había sucedido, ni sucederá más. Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombre y fornicaste con ellas; y tomaste tus vestidos de diversos colores y las cubriste; y mi aceite y mi incienso pusiste delante de ellas. Mi pan también, que yo te había dado, la flor de la harina, el aceite y la miel, con que yo te mantuve, pusiste delante de ellas para olor agradable; y fue así, dice Jehová el Señor. Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía? Y con todas tus abominaciones y tus fornicaciones no te has acordado de los días de tu juventud, cuando estabas desnuda y descubierta, cuando estabas envuelta en tu sangre. Y sucedió que después de toda tu maldad (¡ay, ay de ti! dice Jehová el Señor), […] En toda cabeza de camino edificaste lugar alto, e hiciste abominable tu hermosura, y te ofreciste a cuantos pasaban, y multiplicaste tus fornicaciones. Y fornicaste con los hijos de Egipto, tus vecinos, gruesos de carnes; y aumentaste tus fornicaciones para enojarme. Por tanto, he aquí que yo extendí contra ti mi mano, y disminuí tu provisión ordinaria, y te entregué a la voluntad de las hijas de los filisteos, que te aborrecen, las cuales se avergüenzan de tu camino deshonesto. Fornicaste también con los asirios, por no haberte saciado; y fornicaste con ellos y tampoco te saciaste. Multiplicaste asimismo tu fornicación en la tierra de Canaán y de los caldeos, y tampoco con esto te saciaste. ¡Cuán inconstante es tu corazón, dice Jehová el Señor, habiendo hecho todas estas cosas, obras de una ramera desvergonzada, edificando tus lugares altos en toda cabeza de camino, y haciendo tus altares en todas las plazas! Y no fuiste semejante a ramera, en que menospreciaste la paga, sino como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a ajenos. A todas las rameras les dan dones; mas tú diste tus dones a todos tus enamorados; y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus fornicaciones.
Hermanos, querida Iglesia del Señor ¿Saben por qué los demonios buscan nuestra destrucción? ¿Saben por qué Satanás tentó a Adán y Eva? ¿Por qué buscan que caigamos de la gracia de Dios? Sin duda, entender esto va más allá de nuestra capacidad, pero sí puedo aseverar que una de esas razones es por celos, por rencor, porque estos ángeles aman intensamente a Dios como ninguna persona puede amarlo y ven cómo Dios sufre a causa de los humanos, ven cómo los ama, cómo los perdona, cómo les muestra su fiel amor vez tras vez; y vez tras vez estos humanos escupen y pisotean el amor divino en ellos derramado y tales ángeles sienten ira, sienten rencor, sienten un dolor por ver a su Señor, a su Amado Dios que vierte su divino corazón en un hombre que no quiere estar con él.
Y esta es una paradoja divina, una gran verdad que no podemos entender: Dios, siendo omnipresente y omnipotente, está y a la vez no puede estar en el corazón del hombre. Y es aquí donde viene el Eros de Dios, hermanos.
Todos entendemos lo que es el amor ágape: Amar a pesar de todo. Amar, aunque la persona tenga defectos, aunque no cumpla mis expectativas, aunque me falle. El amor ágape no necesita ser confirmado porque ama así sin más. Nuestro Dios Todopoderoso demostró este amor en la cruz:
16 Porque de tal manera amó (ágape/egápesen) Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Jn 3:16.
Ahora hay que entender el eros divino. Dios mismo usa figuras sexuales, como la que leímos en Ezequiel, para demostrar el amor por su pueblo. Nosotros mismos, como Iglesia, somos aquella novia que espera a que llegue el novio y la tome, y la despose, y consume el amor con ella. Nuestro anhelo ferviente es que llegue ese día: ¡Las bodas del Cordero! Donde nosotros seremos esa novia ataviada que será desposada por Maestro.
Pero aún no somos su Esposa, somos su novia, su prometida:
7Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Ap 19:7–8.
4 Nunca más te llamarán «La ciudad abandonada» ni «La tierra desolada». Tu nuevo nombre será «La ciudad del deleite de Dios» y «La esposa de Dios» porque el SEÑOR se deleita en ti y te reclamará como su esposa. Is 62:4.
Y como novia prometida aguardamos a nuestro Amado, a aquel día en que se consuma nuestro amor. Dios deseando estar con el hombre, anhelando gozar una relación pura con él, vio cómo éste caía de su amor, de su presencia, y se contaminaba como una ramera, como una prostituta y cómo compartía su cama con sus concupiscencias y desde ahí se burlaba de su Creador.
Y nuestro Dios, oh, grande nuestro Dios, sufría, lloraba, su ser divino se dolía por el pecado del hombre y tanto, tanto, tanto amaba Dios a ese hombre que no le importó darse todo completo, a sí mismo, para poder estar en Él. Y como dice la epístola a los Hebreos:
13Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo (He 6:13.)
Del mismo modo, Dios, no teniendo algo mayor qué inmolar por el hombre, se entregó a sí mismo, en una cruz, y derramó su sangre, y derramó su vida por nosotros.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca (Is 53:4–7.)
¿Por qué hizo esto Dios? Para devolverle la pureza a su novia, para verla nuevamente santa y digna para él:
Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. 4 Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel. Jr 31:3–4.
Ah, hermanos… el amor de Dios es tan grande por la humanidad, tan grande, que se permite sufrir por ella. Dios, siendo omnipotente y omnipresente, pudiendo conquistar nuestro corazón por el puro afecto de su voluntad, se permite, a sí mismo, a su divinidad, gozar el amor no correspondido de un enamorado que se desgasta noche y día ideando la manera en que al fin pueda llegar al corazón de su enamorada, para que Dios pueda llegar al corazón de ellos. Es el Ser Todopoderoso mostrando un amor eros para su criatura, para su Iglesia, de un Dios que ya casi llega, pero todavía no; de un Señor que puede conquistar el corazón de su Iglesia, pero a la vez no; de un Dios que es Señor de su Iglesia, y a la vez no. Por eso somos la Novia del Cordero, aún no somos la Esposa. Ya gozamos esta íntima relación y a la vez la aguardamos ¡Maranata! ¡Ven Señor Jesús!
Es aquí donde entra la profecía de Zacarías, leámosla:
Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos. 9Entonces dije: ¿Qué son éstos, señor mío? Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: Yo te enseñaré lo que son éstos. 10Y aquel varón que estaba entre los mirtos respondió y dijo: Estos son los que Jehová ha enviado a recorrer la tierra. 11Y ellos hablaron a aquel ángel de Jehová que estaba entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y quieta. 12Respondió el ángel de Jehová y dijo: Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años? 13Y Jehová respondió buenas palabras, palabras consoladoras, al ángel que hablaba conmigo. 14Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: Clama diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé con gran celo a Jerusalén y a Sion. 15Y estoy muy airado contra las naciones que están reposadas; porque cuando yo estaba enojado un poco, ellos agravaron el mal. 16Por tanto, así ha dicho Jehová: Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será edificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén. 17Clama aún, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén (Zac 1:8–17)
Un primer punto. Los ángeles
Que hay ángeles que están dispuestos a aceptar que Dios ame al ser humano. En la Biblia se registran varios encuentros de los hombres y los ángeles, de estos seres enviados por Dios, con comisiones y limitaciones muy específicas, sí. Un ángel no puede lastimar al ser humano, un ángel no puede maldecir a los hombres o a otros seres, recuerden las palabras de Judas:
9Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda (Jud 8–9)
Los ángeles no pueden interferir en la vida de los hombres, si no es por comisión divina, aún Satanás mismo necesita el permiso de Dios:
9Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. 11Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. 12Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová (Job 1:9–12.).
Sí, los seres angelicales tienen limitaciones muy claras y aún su rebeldía está bajo la supervisión divina:
29Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? 30Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. 31Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos (Mt 8:29–31).
Pero de todas las limitaciones de los ángeles, no hay ninguna tan grande como el anuncio del evangelio. Ningún ángel o criatura celestial ha revelado a los hombres, jamás, el evangelio.
Segundo. El evangelio
La Gran Comisión es un privilegio exclusivo entre Dios y los hombres y los ángeles no tienen entrada en este íntimo ministerio de salvación.
Sólo hay un momento, en la historia de la Creación, que se les permite a los ángeles hablar del evangelio: El nacimiento del Hijo de Dios, la encarnación del Logos:
30Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Luc 1:30-33) .g
Y también se les anuncia a unos pastores:
10Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Lc 2:10–14)
A partir de aquí es Jesús mismo quien anuncia la Salvación por él mismo y comisiona a sus discípulos:
A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Mt 10:5–7
18Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mt 28:18–20
Cuando Pedro entiende que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, Jesús le dice:
17Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mt 16:17
Más adelante, en el Pentecostés, el Espíritu Santo llenó a todos los discípulos:
4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Hch 2:3–4
Y yo te pregunto, hermano ¿De qué hablaban?
8¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? […] las maravillas de Dios. Hch 2:8 y 11
Pedro, con tal llenura, predicó y más de 3 mil personas fueron convertidas pues, hermanos, una evidencia de la llenura del Espíritu Santo no es el hablar en lenguas, sino la predicación del mensaje de Jesús:
17 Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Hch 2:17–18
Y este, hermanos, es el evangelio:
3Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Gl 4:3–7
Un evangelio donde sólo caben los hombres y Dios Trino, no los ángeles. Por eso, hermanos, cuidado:
8Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Gl 1:8–9
Vean, nuevamente a los ángeles que acompañan a Dios Padre en la pintura de “La creación de Adán”, vean nuevamente sus caras. Esa ira, esa impotencia de un corazón lleno de amor que sufre por celos. Pasemos a otra pintura:
Esos sentimientos de ira, de rabia, de dolor, ante la imposibilidad de descargarlos sobre el Ser Divino, quien no deja de ser admirado, amado y respetado, encuentran su desahogo, su desquite en las criaturas:
17Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Ap 12:17
Tercero. El Santo Celo y la Santa Ira de Dios.
Hermanos, esto es muy importante: Dios no tiene reparos en destrozar tu vida para poder salvar tu alma. Cuando ponemos en la misma fórmula, el amor de Dios, su misericordia y el pecado del hombre, tenemos el Santo Celo de Dios.
14Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: Clama diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé con gran celo a Jerusalén y a Sion. Zac 1:14–15.
Regresemos a la pintura de “La Creación de Adán” y veamos, nuevamente, el rostro de los ángeles, que ven con celos al hombre. Es un celo plagado de envidia, es un celo lleno de codicia, un celo sujeto a corrupción. Sin embargo, el Santo Celo de Dios es la máxima manifestación de ese eros divino y, al igual que las relaciones sexuales en el matrimonio, no es sucio ni deshonroso, es agradable y perfecto. El Celo de un Dios que nos ama y desea que estemos con él, plenamente, no a medias, no como agua tibia, no como una ramera que está con muchos, sino solamente para él. Ese es el celo de Dios, que llama a sus hijos a santidad y a comunión total con él:
Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Dt 6:5.
Dios nos quiere completamente para él y para nadie más. Dios desea que el hombre esté con él y para eso no tiene reparos en inmolarse a sí mismo. El celo de Dios está lleno de su misericordia:
3 Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jr 31:3.
Y si esa misericordia se prolonga, quiere decir que no dura para siempre, sino que llegará un momento donde dé paso al juicio divino, a su ira. De todos los seres airados que puede haber, no hay ninguno mayor como el de nuestro Dios Padre Todopoderoso. Y para entenderlo veremos una tercera pintura: “La creación del sol y la luna”, también por Miguel Ángel.
Noten cómo su rostro y sus manos están detallados que el resto de la pintura, para que enfoquemos la vista en el Creador. Una mirada firme, sin atisbo de duda, sin lamento. Hermanos, cuando el Señor habla, el viento y la mar acatan, cuando el Señor decreta aún los muertos obedecen:
Juan 11:43–44 (RVR60): 43Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario
Cuando Dios ordena, aún la nada, lo que no existe, lo que no es, lo que no está, obedecen al Rey de Reyes:
Génesis 1:3 (RVR60): 3Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Hebreos 11:3 (RVR60): Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Hermanos, estar airado no significa estar pecando:
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo. Ef 4:26.
La Ira de Dios está llena de amor. Dios es amor. No hay designio en él que no pueda contener su amor, porque su misma naturaleza es el amor. No un amor barato, no un amor “progresista”, no un amor pasional de película, sino uno divino que aún nuestras concepciones del amor, que son herencia del lenguaje y cultura griega, se quedan cortos al momento de hablar de lo inefable, de la grandeza de nuestro Dios.
Veamos, en esta pintura, su santa Ira y regresemos a Ezequiel 16:
(Eze 16:34ss) Y ha sucedido contigo, en tus fornicaciones, lo contrario de las demás mujeres: porque ninguno te ha solicitado para fornicar, y tú das la paga, en lugar de recibirla; por esto has sido diferente. Por tanto, ramera, oye palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto han sido descubiertas tus desnudeces en tus fornicaciones, y tu confusión ha sido manifestada a tus enamorados, y a los ídolos de tus abominaciones, y en la sangre de tus hijos, los cuales les diste; por tanto, he aquí que yo reuniré a todos tus enamorados con los cuales tomaste placer, y a todos los que amaste, con todos los que aborreciste; y los reuniré alrededor de ti y les descubriré tu desnudez, y ellos verán toda tu desnudez. Y yo te juzgaré por las leyes de las adúlteras, y de las que derraman sangre; y traeré sobre ti sangre de ira y de celos. Y te entregaré en manos de ellos; y destruirán tus lugares altos, y derribarán tus altares, y te despojarán de tus ropas, se llevarán tus hermosas alhajas, y te dejarán desnuda y descubierta. Y harán subir contra ti muchedumbre de gente, y te apedrearán, y te atravesarán con sus espadas. Quemarán tus casas a fuego, y harán en ti juicios en presencia de muchas mujeres; y así haré que dejes de ser ramera, y que ceses de prodigar tus dones. Y saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me enojaré más.
Ah, hermanos:
El Señor juzgará a su pueblo. 31¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! He 10:30–31.
El Eros divino da lugar al juicio de Dios. Ese Dios, que no necesita del hombre, se permite a sí mismo enojarse y dolerse por el pecado de aquella insignificante criatura ¿Por qué Dios nos llama a Santidad? ¿Por qué Dios nos da mandamientos? ¿Por qué Dios nos hace un juicio? Porque nos ama y, no teniendo algo mayor qué dar, se da a sí mismo; y, no habiendo otro mejor espacio dónde estar, nos pide estar con Él mismo.
Cuarto. Dios como amante y el hombre como el amado.
Leamos la última parte de la primera visión de Zacarías:
16Por tanto, así ha dicho Jehová: Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será edificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén. 17Clama aún, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén. Zac 1:16–17.
Leamos, ahora, la última parte de Ezequiel 16:
y así haré que dejes de ser ramera, y que ceses de prodigar tus dones. Y saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me enojaré más.
Y ahora, veamos nuevamente “La creación de Adán” y vean cómo el hombre infiel no quiere extender su mano a Dios. La mano de Dios es activa, llena de deseo, de amor, de movimiento; mientras que la mano del hombre representa su infidelidad: mover un poquito, pero no por completo; alzar apenas un dedo, pero no lo suficiente para tocar a Dios. Quiero leerles una adaptación de un texto de Carson McCullers, acerca del amante y del amado:
Hay el amante, Dios, y hay el amado, su Iglesia. Cada uno de ellos proviene de regiones distintas. El amado, la Iglesia, no es más que el recipiente donde Dios vierte su amor, un amor eterno. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible.
El amado puede presentarse en cualquier ser humano. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado. El amante ve sus defectos, como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Por eso sólo Dios es aquel Santo Amante que tiene toda la valía, cualidad y verdad sobre el amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. La verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.
Por eso, hermanos, la gracia de Dios es violenta, porque regenera el muerto corazón del hombre, lo resucita, lo cambia, lo altera. Este cambio en el hombre produce temor, descontrol por un choque entre la Santidad de Dios y su condición de pecado. El hombre quiere huir de Dios y al mismo tiempo está fascinado. Como diría Soren Kierkegard, hay un temor y un temblor ante el mandato de Dios, ante el hecho de que para estar con él tiene que morir, tiene que ser destruido más y más para así comenzar a vivir:
24Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. 25Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? Lc 9:24–25.
El hombre tiene un terror a lo divino y, a la vez, una fascinación. No puede, humanamente no puede responder a la exigencia de Dios, pero hay buenas noticias, muy buenas noticias y tienen un santo nombre que es sobre todo nombre y ese nombre es Jesucristo.
Jesucristo, el Mesías, el Hijo de David, el Siervo Sufriente es aquel que reconciliará al Amante y al amado, quien hace nuevas todas las cosas. Jesús es el principio y el final, el alfa y la omega de la Salvación de Dios, de la consumación de todo el deseo de Dios para con el hombre. Concluyamos leyendo Colosenses:
15El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
21Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado 22en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; 23si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; Col 1:15–23.
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